“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

domingo, 1 de noviembre de 2009

CRITICA



THE FARMER’S WIFE
Director: Alfred Hitchcock – 1928

LA MECEDORA DE MINTA
(O cómo descubrir a la esposa ideal)


Excelente y conmovedora comedia muda donde se observa una eficaz y cuidada puesta en escena y un ritmo de montaje ajustado que hacen que este film no haya envejecido en absoluto, pese a los más de ochenta años de su realización. Pero es que Hitchcock ya sabía lo que hacía.

La historia es sencilla: después de enviudar y quedarse solo tras el casamiento de su única hija, un granjero, ayudado por su servicial criada, emprende la búsqueda de una esposa. Selecciona cuatro mujeres de la zona, una peor que la otra: una rechoncha viuda “independiente”; un adefesio con ataques de histeria que prefiere seguir siendo una solterona; una obesa infantil y bamboleante; y la vulgar dueña de una taberna. El granjero (James Thomas) es un hombre noble, apuesto y bien considerado, y sin embargo es rechazado puntualmente por cada una de las cuatro candidatas, las cuales para peor le hacen hacer el ridículo y perder su propio respeto. Finalmente, el granjero acaba por descubrir que la única mujer que vale como mujer y esposa es su criada Minta (Lillian Hall-Davies), quien le profesaba un secreto y dócil afecto.

La historia en sí no parece muy hitchcoquiana, pero ya veremos que se las trae. Está basada en una exitosa obra teatral de Eden Phillpotts, aunque Hitchcock le agregó escenas verdaderamente humorísticas, que no pierden su efecto (sobre todo si uno ve el film sin la inadecuada música que los editores de video le han adicionado, más propia de un drama oscuro que de una chispeante comedia como ésta. Así sin música la pudimos apreciar mejor en el cine, a Dios gracias). Las escenas en cuestión son aquellas donde participan los sirvientes (papel destacado para Gordon Harker), que al fin y al cabo reciben el mismo tratamiento íntimo que sus patrones. Casi todos los personajes son estrafalarios, y la fiesta que se nos muestra es verdaderamente “la fiesta inolvidable”, un medio por el cual Hitchcock se complace en deshacer las apariencias que los personajes quieren dar de sí, falsedad que nuestro director gustaba de derrumbar, como también por cierto en la vida real con sus famosas bromas pesadas. Queda fuera de este cuadro de situación Minta, la criada del farmer Sweetland, y el mismo granjero, que sólo hace “comedia” involuntariamente cuando se pone a cortejar torpemente a las mujeres.

Y a propósito de ellas: “¿De qué están hechas las mujeres hoy en día?”, pregunta Minta al final cuando su patrón regresa desconsolado, luego del último y cruel rechazo. Pregunta que podríamos hacernos con más razón hoy. Exclamación que formulada por aquella mujer resulta una condena inapelable al resto de las mujeres que no han estado a la altura de las circunstancias, indignas de ser esposas y, por lo mismo que comporta esto su egoísmo, indignas de llamarse mujer. Recordamos a San Agustín: “Las esposas humildes siguen al cordero más fácilmente que las vírgenes soberbias” (La Santa Virginidad” 51, 52).

Minta es la única mujer con autoridad para decir aquello, pregunta que probablemente haya pasado entonces también por la mente y el corazón atribulados de Sweetland. Claro que Minta dice esto con dolor y tristeza, con verdadera compasión, esa que nace del amor. Y aquí, en el descubrimiento del granjero de que esa que ha tenido siempre cerca es quien debe ser su esposa, en la precisa puesta en escena que nos lo descubre, con la mecedora como símbolo de ese lugar único de posesión y con las sobreimpresiones que grafican el pensamiento del granjero, en ese momento se entiende la serena visión del joven Hitchcock, de quien su criada por entonces, Mary Condon, en su casa de campo dio una versión muy diferente de la que aportaban las estrellas del cine: “Una no desearía conocer a un caballero más educado y más buen católico también. Cada domingo iba a misa al Seminario de San Juan en Wonersh, cerca de Guildford” (cit. por Donald Spoto en su negligente biografía de A. H.). Una especie de farmer, el joven Hitchcock, que pronto tendría su wife.

Pasemos al tema de las miradas. La mirada del granjero se ha equivocado una y otra vez. Sweetland ha estado mirando e imaginando cosas, en el terreno tan resbaladizo y fantasioso del amor. Ha debido pasar por todo ello y al fin desengañarse para darse cuenta que lo que buscaba no lo había visto, que estaba ciego. También hay que decir que la forma en que esta mujer, Minta, nos es mostrada, se nos revela delicadamente a través de los detalles y sin necesidad de destacar lo que por nosotros mismos podemos ir construyendo a lo largo del film. Penetración psicológica y comportamiento de esta mujer que ya sabe lo que es ser una esposa aún antes de llegar a serlo. De carácter fiel y firme, servicial y bondadosa, hacendosa y sencilla, también bella, sabia administradora de la casa y dócil a su señor, es verdaderamente digna de ser llamada “the farmer’s wife”.

Y si en aquel entonces ésta era mostrada como una excepción ante el muestrario femenino que se le presentaba al hombre, que por su propia boca se preguntaba “¿de qué están hechas las mujeres hoy en día?”, no pensemos lo que hoy recibiríamos por respuesta. Tristemente la realidad nos lo dice sin necesidad de intermediarios. Como muy bien nos dice al final la película: “Y si alguien conoce a una mujer con un corazón más bondadoso, una franqueza más firme y un carácter más noble, quisiera conocerla”.